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Artículo 306 del Reglamento del Senado de la República.

LXI LEGISLATURA

SEGUNDO AÑO DE EJERCIO

Miércoles 19 de enero de 2011
Gaceta: LXI/2PPR-955

Proposiciones


Para proponer se nombre una plaza pública o una calle en honor a Don Gilberto Bosques Saldívar, a cargo del Sen. Alejandro González Yáñez, y suscrita Ricardo Monreal Ávila, del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo.

EN SENDAS VOTACIONES ECONÓMICAS SE CONSIDERÓ COMO URGENTE RESOLUCIÓN Y SE APROBÓ.


Con punto de acuerdo, para proponer que se nombre una plaza pública o una calle en honor de don Gilberto Bosques Saldívar, a cargo del senador Ricardo Monreal Ávila, del Grupo Parlamentario del PT

Ricardo Monreal Ávila y los legisladores del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, con fundamento en los artículos 58, 59 y 60 del Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, someten a la consideración de esta soberanía la siguiente proposición con punto de acuerdo al tenor de las siguientes

Consideraciones

El 2 de septiembre del año 2010, la Junta de Coordinación Política del Senado de la República emitió un acuerdo que establece “que el Senado de la República celebrará el día 27 de enero de cada año, a partir del año 2011, una ceremonia conmemorativa con motivo del Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto, y en recuerdo de don Gilberto Bosques Saldívar...”

Don Gilberto Bosques Saldívar nació en 1892 en Chiautla de Tapia, Puebla. Vivió 103 años. Fue revolucionario, congresista, educador, periodista, escritor, diplomático y, sobre todo, humanista y patriota. Participó en la rebelión de Aquiles Serdán en 1910. Tras el triunfo de la revolución se hizo político. En 1934, como diputado y presidente del Congreso de la Unión respondió el primer informe de gobierno del presidente Lázaro Cárdenas.

En 1939, cuando la República Española caía ante el embate franquista y la guerra se cernía sobre el resto de Europa, el presidente Cárdenas lo nombró cónsul general en París. Su misión real era convertirse en un enviado personal del presidente de México en Europa.

Bosques salió de París cuando la ciudad estaba a punto de ser tomada por los alemanes. Con amplias instrucciones para establecer el consulado donde le conviniera, viajó primero al sur y después a la costa norte. Restableció el consulado general primero en Bayonne, pero cuando los alemanes ocuparon la zona se trasladó con su familia y el consulado entero a Marsella, en el Mediterráneo, dentro de la zona del gobierno francés de Vichy, nominalmente independiente de los alemanes.

Su primera preocupación fue defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada, pero pronto protegió también a otros grupos. Apoyó a libaneses con pasaporte mexicano y a refugiados españoles que buscaban huir de los nazis. De hecho, se cree que fue él quien convenció al presidente Lázaro Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles. Era tan grande la afluencia de refugiados que buscaban una visa mexicana que Bosques alquiló dos castillos (el de Reynarde y el de Montgrand) para convertirlos en centros de asilo mientras se arreglaba su salida hacia México. Entre 800 u 850 fueron alojados en uno de los castillos, mientras que en el otro quedaron 500 niños y mujeres. Poco a poco fueron saliendo los exiliados, a los cuales el gobierno mexicano les ofreció la nacionalidad mexicana de inmediato en caso de que quisieran adoptarla.

Desde Marsella el embajador mexicano también tuvo que hacer frente al hostigamiento de las autoridades pro alemanas francesas, al espionaje de la Gestapo, del gobierno de Franco y de la representación diplomática japonesa, que tenía sus oficinas en el mismo edificio de la delegación mexicana.

El cónsul no quedó satisfecho, sin embargo, y amplió su apoyo a los refugiados anti nazis y antifascistas. Al concedérseles visas mexicanas, las autoridades francesas los dejaban salir del país porque consideraban que ya no serían un problema político para ellas. Más complicado fue el caso de los judíos. El consulado ocultó, documentó y les dio visas a numerosos judíos, pero era mucho más difícil sacarlos de Francia.

Finalmente México rompió las relaciones diplomáticas con el gobierno de Vichy. Gilberto Bosques presentó la nota de ruptura. Poco después el consulado fue tomado por tropas de la Gestapo, que confiscaron ilegalmente el dinero que la oficina mantenía para su operación. Bosques, su familia (su esposa María Luisa Manjarrez y sus tres hijos: Laura María, María Teresa y Gilberto Froylán; entonces de 17, 16 y 14 años, respectivamente) y el personal del consulado, 43 personas en total, fueron trasladados hasta la comunidad de Amélie-les-Bains. Después, violando las normas diplomáticas, se les llevó a Alemania, al pueblo Bad Godesberg, y se les recluyó en un hotel-prisión. Allí destacó la actitud de Bosques ante un funcionario alemán:

Le manifesté que todo el personal mexicano se sometería al reglamento que acababa de leernos, porque México estaba en guerra con Alemania y por ello éramos prisioneros de guerra. Que podía estar seguro de que no pediríamos ninguna excepción, ninguna gracia sobre esas disposiciones, pero que tampoco aceptaríamos ningún trato vejatorio, como acostumbraban ellos con los prisioneros.

Bosques llegaría a organizar conferencias e incluso una ceremonia del Grito de Independencia el 15 de septiembre. Después de poco más de un año, los mexicanos de Bad Godesberg serían canjeados por prisioneros alemanes.

Bosques regresó a México en abril de 1944. Miles de refugiados españoles lo esperaban en la estación de ferrocarril de la capital para recibirlo, una crónica periodística de la época narró estos hechos.

La historia de Bosques es poco conocida, incluso en México.

En 1939 fue designado representante diplomático en Francia, cuando la guerra civil en España había concluido.

Cientos de españoles que apoyaban a la República huyeron de su país, y uno de los principales destinos fue Francia. Así, la instrucción del gobierno mexicano fue ayudar a estos refugiados a salir de Europa.

Pero, al estallar la guerra mundial, aumentaron los exiliados y con ello las tareas de Bosques, según documentó en sus memorias que fueron divulgadas por la cancillería mexicana.

“La asistencia para los perseguidos israelitas tomó la dimensión de un deber de carácter humano. No había tomado México una actitud franca, pero el drama estaba ahí. Nuestra ayuda consistió en la ocultación de ciertas personas, en documentar otras, darles facilidades, llevarlas a la posibilidad de una salida de Francia, que era muy difícil”.

Para transportar a los exiliados, el consulado mexicano fletó varios buques, y consiguió espacio en otros.

La mayoría escapó por el puerto de Marsella, a donde se trasladó el consulado mexicano tras la ocupación de Francia.

Uno de los momentos más difíciles fue sacar del país a los combatientes de la Brigada Internacional que combatió en España.

Prisioneros de guerra

México mantuvo un estado de guerra contra los países que formaron el Eje durante la Segunda Guerra Mundial.

Incluso un escuadrón de pilotos combatió en Japón, como parte de las fuerzas multinacionales que participaron en el conflicto.

Por esa razón, Gilberto Bosques, su familia y colaboradores fueron detenidos por el ejército alemán, que los trasladó a Bad Godesberg, una población cercana a Bonn. Allí permanecieron un año. En algunos lugares ha recibido homenajes; una calle de Viena lleva su nombre y la Casa Phillipe Ollé-Laprune estableció la Cátedra Gilberto Bosques.

El Congreso mexicano no puede ser menos en el rendimiento de un justo homenaje a un mexicano cuya conducta nacional, en los tiempos de las grandes transformaciones sociales de México, y su conducta como diplomático en el ámbito internacional, no sólo ha sido digna y ejemplar, sino que significó la protección de la integridad física y la vida de más de cuarenta mil hombres, mujeres y niños de muy diversas nacionalidades, credos políticos y religiosos que huían de la persecución y la amenaza de muerte durante la Segunda Guerra Mundial.

Cabe destacar, al respecto, que don Gilberto Bosques Saldívar llevó sus esfuerzos y su compromiso con la protección de las personas más allá de lo que su responsabilidad profesional estrictamente le exigía, con lo que dio a la institución del asilo político una connotación humanista que se adelantó por algunos años, a la Declaración Universal de los Derechos Humanos emitida por las Naciones Unidas.

Con base en lo anteriormente expuesto, nos permitimos poner a su consideración la siguiente proposición con

Punto de Acuerdo

Único. Que la Comisión Permanente del Congreso de la Unión exhorte al Ejecutivo federal, así como al jefe de gobierno del Distrito Federal, para que el nombre de don Gilberto Bosques Saldívar, quede inscrito en una plaza pública y/o en una calle de la Ciudad de México, en su honor por la valiosa labor que desempeñó durante el Holocausto.

Salón Legislativo de Xicoténcatl, a 19 de enero del 2011.

Senador Ricardo Monreal Ávila (rúbrica)